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Querido Darío nace de la necesidad de hacer visible la historia, basada en he­chos reales, del chico extremeño de 28 años, que es acosado y condenado por un suceso que no le corresponde. Después de un largo tiempo intentando demostrar su inocencia, el final no pudo ser peor: acaba en prisión. En su lucha incansable por hacer ver una realidad que no le correspondía, entra en un lugar rodeado de internos machistas y homófobos donde decide escribir un diario. En él, las conversaciones consigo mismo eran de los más interesantes y, además, lo tomó como una vía de es­cape, un desahogo imprescindible para él, ya que todos los profesionales de Centro Penitenciario le recomendaron que no se mostrase tal y como era, es decir, ocultar su condición sexual porque podría correr peligro en su estancia en el Centro. Debía volver a encerrarse en ese armario, en esa celda donde tantos años de su vida tuvo que estar. En esta situación, el protagonista de este Querido Darío sufre una doble condena: la que la justicia le impuso por error y la que los profesionales del Centro Penitenciario le hicieron ver.