El pasado sábado 9 de diciembre, en los salones del Happy Youth, se celebró la LI Noche Flamenca que organizaba la peña ‘Duende y Pureza-Pepe el Molinero’ con la colaboración del Ayuntamiento de Campanario.

Se contaba para la ocasión con dos propuestas distintas, con la intención de satisfacer los variados gustos de un público cada vez más exigente que estuvo totalmente respetuoso en silencio sepulcral mientras se tejían el cante y el toque.

Nuevo en la plaza era Caracolillo de Cádiz, último ganador del afamado concurso la ‘Silla de Oro’ en Leganés. Comenzó su actuación con una serie de soleares de distinto sabor. Continuó por alegrías, terreno en el que sabe moverse perfectamente, meciendo el cante y echando mano de letras clásicas de maestros gaditanos como Pericón o Manolo Vargas. Por malagueñas nos recordó los estilos del Mellizo: “Porque se la llevó Dios… eran las dos de la noche”.

El cante que vino a continuación por siguiriyas, marcó un punto de inflexión y particularmente pienso que fue lo mejor de su repertorio. Rompió la voz y desparramó su decir con un cante lleno de quejíos dolientes llenos de jondura. Llegarían después unos tangos con evocaciones a La Marelu y a Rancapino, transitando también por letras del gran Turronero (‘Ahora me tocó perder…’). Tangos lentos, fáciles de escuchar pero muy difíciles en la ejecución, con silencios en el compás que requieren de una total compenetración entre el cante y el toque. La hubo.

Como colofón, un ramillete de bulerías, con esas estrofas largas casi recitadas que tanto enamoran al público y que nos condujeron a tres maestros como fueron Pansequito, Juan Villar y Turronero. Voz melosa, gaditana, llena de sal de bahía y mucha satisfacción entre los escuchantes, por la dulzura y gusto cantando, así como por la profesionalidad demostrada.

En la guitarra, sublime una vez más, Miguel Salado. Tres veces, tres, interrumpió el público el silencio reinante para premiar sus falsetas. Y no sólo en los cantes de compás, sino en las malagueñas, algo poco habitual. En perfecta sincronización con Caracolillo, demostró que es, a día de hoy uno de los guitarristas que mejor acompaña el cante. Soniquetazo jerezano.

Tuvo esta primera parte como testigo de excepción a Rancapino hijo, protagonista junto a Salado de una noche mágica en el mismo lugar hace dos años, amigo de los intervinientes y que no dudó en acercarse hasta nuestro pueblo para, aparte de oír a sus dos compañeros, departir amablemente con cualquiera de los presentes. Gran gesto el suyo. Esperamos como agua de mayo la salida al mercado de su primer disco ‘Por mi amor al arte’.

Venía avalado José Valencia por los Giraldillos obtenidos en la Bienal, tanto el de artista revelación como el del Momento Mágico. Es José un artista que no anda con medias tintas. Posee una herramienta en la garganta que es como un cañón. Rebosa energía por los cuatro costados y se lanzó a tumba abierta desde el primer cante, soleá por bulerías con un ritmo ligero, pero lleno de compás. Siguió por Levante rematado por rondeñas. En los tientos posteriores, igual que en todo el recital, estuvo omnipresente uno de sus grandes maestros, “Lebrijano” a quien José le llama Juan el Grande y a quien ha hecho un merecidísimo homenaje que ha paseado por varios escenarios flamencos. Finalizó los tientos con tangos variados para acabar en Triana.

Emotivo el cante por “galeras”, estilo creado por Juan Peña que las cantó hace 17 años uno metros más arriba (‘Equus’) de donde se celebraba la noche y a quien recordó José a la hora de presentar este cante incluido en el famoso disco de culto ‘Persecución’, con la voz narradora de otro maestro de la cultura: Félix Grande.

Después quiso cantar por siguiriyas “como se hacían en los tabancos”. Y las hizo, ligando los tercios, cantando con las fatigas que demanda este estilo y sin trampa ni cartón. Aplausos merecidísimos.

Llegaron los cantes de compás con bulerías llenas de tercios cortos, que finalizó otros de más amplitud sin micrófono y sin guitarra (el compás lo marcaron las palmas de Requena) que calaron entre los presentes, de la misma forma que los tres fandangos naturales, entre los que incluyó uno de Gloria.

Excelso también el acompañamiento del malagueño Requena (Giraldillo de acompañamiento en 2012), compañero inseparable de Valencia desde hace veinte años. Aúna Juan técnica y elegancia a partes iguales. Su sonanta suena limpia, sencilla y verdadera. Su diálogo con el cante fluyó con absoluta naturalidad durante todo el repertorio.

Como siempre, la velada concluyó con fiesta flamenca donde muchos jóvenes aficionados a los que se sumaron alguno menos jóvenes, se desahogaron en el cante, toque y baile. Los momentos son para aprovecharlos.

“Es sombra lo pasao/ niebla el futuro/ relámpago el presente/la vida es humo…” cantaba el gitano rubio de Lebrija con el dedo índice apuntando hacia arriba. Por allí, en lo más alto, andará alegrando la vida a todo el que quiera escucharle.

Un servidor , que no gozó de esta segunda fiesta, se fue a casa pensando en que la noche había merecido la pena: de una parte pudo escuchar a cuatro grandes profesionales; de otra, impagables las referencias constantes en el recital a una lista irrepetible de artistas de leyenda que enseñaron el camino como fueron Lebrijano, Camarón, Rancapino, Turronero, Juan Villar o Pansequito , culpables de que muchos de su generación dieran los primeros pasos de su adolescencia de la mano de ese arte milenario que abarca todos los estados de ánimo y que tantas satisfacciones les sigue dando a día de hoy.

Bueno es conocer de dónde venimos para saber dónde vamos. ¡Salud, mucha salud, para seguir escuchando buen flamenco en 2018!

Fuente: Hoy Campanario