Rafaela Cano López es una profesora que en la actualidad destaca por su faceta de novelista. De hecho, acaba de publica su segunda novela, ‘La senda del Rey’. Rafaela nació en Campanario y es conocida como la hija de Juanito Cano.
Pasó toda su niñez y adolescencia aquí, hasta que se fue a estudiar a Cáceres en 1981. En 1986 se licenció en Filología Hispánica, hizo los cursos de doctorado y comenzó la tesis sobre La Oronimia, Toponimia y Hagionimia del término municipal de Campanario, que abandonó cuando comencé a trabajar, precisamente en Campanario, en el antiguo instituto, La Academia, en 1988.
A partir de esta fecha trabajó de interina en los institutos de Montánchez, Almendralejo, Cabeza del Buey y Talarrubias. En 1993 aprobó la oposición y tras pasar un año en el IES Albarregas de Mérida, recaló, ya con plaza definitiva en el IES Francisco Vera de Alconchel.
Allí estuvo 10 años hasta que en 2004 se fue al IES Zurbarán de Badajoz, en donde reside y donde imparte clase actualmente.
¿Cómo recuerda su niñez y adolescencia en Campanario?
Recuerdo haber sido una niña muy feliz, tranquila, obediente y sin sobresaltos ni grandes desgracias familiares. De juegos en la calle, ir de merendilla a las canteras o a las erillas en verano, leer cuentos en las siestas, de baños en las tardes de verano en el pilón del patio de mi casa donde mi madre ponía a calentar el agua al sol en unas grandes cubas de metal… La infancia de cualquier niña de pueblo de los años sesenta y setenta.
Mi adolescencia está unida al instituto de Castuera, donde estudié el bachillerato. Iba con todas mis amigas y fue una época de hacer amigos nuevos y descubrimientos.
La recuerdo con cariño, porque fue también una época muy feliz. No era demasiado estudiosa, pero era responsable.
Fue entonces cuando comencé a escribir. Eran diarios de lo que me sucedía en el instituto, de los chicos que me gustaban…y que, ante el temor de que mis hermanas los encontraran, los leyeran y se burlaran de mí, acababa rompiendo, para pocos días después comenzar de nuevo.
¿Por qué se decantó por estudiar Filología Hispánica?
No estaba muy segura de lo que quería estudiar. De hecho, me gustaba enfermería. Pero se me daban mejor las letras y acabé por coger en COU Literatura e Historia del Arte para poder hacer francés que se me daba muy bien. Con esa idea me matriculé en la Facultad de Filosofía y Letras y ese fue mi deseo hasta tercero de carrera.
Pero en mi promoción había un numeroso grupo de compañeros que tenían inquietudes poéticas y se me despertó el gusanillo de la literatura. Yo no había dejado de leer, es más, los veranos los dedicaba a saquear la biblioteca y a dar cuenta de la colección de clásicos universales que a mi hermana le había regalado el banco.
Cuando llegué a cuarto de carrera, que era cuando elegíamos la especialidad, ya no tenía duda de que quería hacer Filología Hispánica.
¿Cómo y cuándo le surgió la necesidad de escribir?
Siempre me ha gustado escribir, pero jamás creí que alguien pudiera leer lo que yo escribía. Escribía romances, cuentos, relatos,… que desde luego no leía nadie. Era muy pudorosa y me daba un poco de reparo mostrar algo que yo consideraba mío a los demás. Luego comencé a escribir una novela, que aún no he publicado.
Uno de los cuentos lo presenté a ‘El Vuelo de la Palabra’ y me lo publicaron. Eso me hizo perder el pudor y comencé otra novela, ‘Los Ojos de Dios’.
Su primera novela, ‘Los ojos de Dios’, ha sido un auténtico éxito de ventas, sobre todo en Campanario ¿no es así?
La primera edición la hizo la Diputación de Badajoz e hicieron una tirada de 1.000 ejemplares, una barbaridad para un autor desconocido. A los pocos meses se había agotado. Luego hicimos una segunda edición y posterior reimpresión de la misma.
Una novela en la que la Inquisición y el amor se dan la mano…
Fue un acierto conjugar el amor y el odio. Los personajes de don Luis Zapata, Beatriz Alarif y del fraile dominico fray Hernando estaban muy bien definidos psicológicamente, de ahí la empatía que los lectores mostraban por los dos primeros y el rechazo que les producía la figura del inquisidor.
¿Se esperaba esta buena acogida?
La verdad es que la novela gustó mucho y en Campanario se han vendido cientos de ejemplares. María José de la Cruz, de la Librería De la Cruz de Campanario, me dice que solo de un título ha vendido más libros que de ‘Los Ojos de Dios’ y es de ‘Cien años de soledad’.
Aparecieron varias críticas en distintos medios de comunicación, pero de todas ellas me quedo con una que hizo María Fidalgo, doctora en Historia de Arte y analista literaria en Zenda, la revista digital que dirige Pérez Reverte y Javier Marías.
¿Qué le animó a afrontar la escritura de su segunda novela, ‘La senda del Rey’?
Me gusta la historia y me gusta leer novelas históricas. Así que ya sabía que mi próxima novela también partiría de un hecho histórico. El asunto de la expulsión de los moriscos me llamó siempre la atención y he leído algunas novelas que tratan este tema.
En un principio pensé centrarme en Hornachos, pero luego por distintas circunstancias y aconsejada por mi primo Barto Miranda me decanté por Magacela. A medida que iba documentándome sobre lo sucedido en ese pueblo me alegraba más de haber elegido Magacela.
¿Qué se encontrará el lector cuando tenga en sus manos ‘La senda del Rey’?
El lector se va encontrar con una novela que partiendo de un hecho histórico, la expulsión de los moriscos, va contándonos la vida de un puñado de personas a través del tiempo y cómo sus vidas se entrelazan con otros hechos lejanos en el espacio y con otras tramas secundarias, pero no por ello menos interesantes.
¿Le ha llevado mucho tiempo ‘parir’ esta segunda obra?
‘Los Ojos de Dios’ se publicó en 2015, y al poco tiempo me puse a recabar información. He leído mucho sobre los moriscos en general. Las tesis doctorales son maravillosas para sacar información.
Además he contado con la mejor ayuda que se pueda tener, profesores que conocen al dedillo Magacela, los caminos y su historia: Barto Miranda, Alonso Gutiérrez y Manuel Soto.
¿Le atrae esta población vecina de Magacela?
Creo que todos los campanarienses le tienen un cariño especial a ese pueblo encaramado en lo alto de un cerro. Lo tenemos presente en nuestras retinas nada más salir al campo y es lo primero que enseñamos a los amigos de fuera cuando les invitamos a Campanario.
Magacela es el escenario de la primera parte, pero la novela se desarrolla en numerosos lugares: Marrakech, Rabat, Sevilla, El Escorial, Benavente, etcétera…
¿Cuáles son sus escritores de referencia?
Por mi formación literaria he tenido que leer mucho y bueno. Me gusta especialmente el Realismo español o de otros países: Sthendal por el análisis psicológico de sus personajes, Valera y Pardo Bazán por las descripciones…La novela gótica…
Pero también me gusta la poesía y me encanta releer a San Juan o Fray Luis de León. Tengo la suerte de explicarlo todos los años en clase y no me canso de leerlo.
En la actualidad hay muchísimos autores de calidad y a mí me encanta picotear y disfruto con Ishiguro y sus minuciosas descripciones, con los personajes femeninos de Almudena Grandes en sus obras sobre la Guerra Civil o con la rosa limpia de Javier Marías.
Ahora estoy leyendo una novela que se titula ‘Tú no eres como las demás madres’, de una autora alemana desconocida para mí, Angelika Shrobsdorff, que me está gustando mucho. Ha sido un descubrimiento inesperado.
¿En qué momentos del día suele escribir?
Siempre por las tardes, porque durante el curso las mañanas las dedico al instituto, y en vacaciones, porque siempre surgen cosas e imprevistos. Las tardes las tengo más desocupadas.
¿Para cuándo una novela ambientada en Campanario o qué cuente una historia del pueblo?
En ‘Los Ojos de Dios’ y ‘La Senda del Rey’ he tocado de refilón el pueblo. Me gusta leer el nombre de Campanario en mis novelas. En cuanto a una novela que se desarrolle en él, pues, todo se andará.
¿Cuáles son sus aspiraciones como escritora?
No me planteo nada, he hecho realidad el sueño de mi vida. Si hace algunos años alguien me hubiera dicho que iba a escribir novelas, que las iba a publicar y que además iban a gustar a los lectores, no me lo habría creído.
Escribo porque disfruto haciéndolo y es muy gratificante para mí que los lectores me envíen mensajes dándome las gracias por haberles hecho disfrutar.
Fuente: Hoy Campanario